Hace tiempo que las marcas automotrices dejaron de ser únicamente fabricantes de coches.

Ahí está Toyota: la compañía desarrolla vivienda bajo Toyota Home, construye casas de alta eficiencia energética y vende embarcaciones a través de Toyota Marine. Y, además, Toyota Industries es el mayor fabricante de montacargas del mundo.

Tesla se ha convertido de facto en un holding tecnológico. En su cartera conviven Powerwall, Megapack, techos solares, una red de carga, el robot Optimus e incluso merchandising como tazas y hebillas de cinturón. Mirando hacia adelante, sus productos de IA bien podrían convertirse en la línea principal del negocio.

Más allá del automóvil, Peugeot fabrica bicicletas y comercializa utensilios de cocina Peugeot Saveurs, desde molinillos de sal hasta molinillos de café. BMW, por su parte, amplía los servicios financieros y un estudio de diseño, y produce accesorios, bicicletas e incluso tablas de surf.

Honda combina coches, motocicletas, generadores y aviación: la marca produce el avión ejecutivo HondaJet. Porsche es propietaria de Studio F.A. Porsche, un estudio de diseño responsable de relojes, accesorios y electrónica.

Subaru sigue siendo un actor relevante en aviación: la corporación suministra componentes para Boeing y para el helicóptero 412EPX. Mitsubishi se divide en varias líneas de negocio, desde la industria pesada y la electrónica de consumo hasta su rama automotriz. Hyundai es igual de diversa, con actividades que abarcan la robótica y los vehículos blindados, incluido el nuevo tanque K3 impulsado por hidrógeno.

En resumen, los fabricantes de automóviles se están transformando en corporaciones multisectoriales, y el vehículo es ya solo una parte de un conjunto mucho más amplio. Resulta revelador cómo estas marcas trasladan con seguridad su ADN de diseño e ingeniería a campos colindantes: no parece un proyecto accesorio, sino la forma que tomará su futuro.