Ford ha confirmado que aspira a alcanzar la neutralidad total de carbono en 2050, incluso cuando muchos rivales dan marcha atrás con promesas similares. El fabricante concentra sus esfuerzos en tres frentes prioritarios: el uso de los vehículos, su red de proveedores y las plantas de producción. En conjunto, esos ámbitos representan el 95% de sus emisiones de CO2; centrar el tiro ahí tiene lógica: es donde la huella es mayor y donde los cambios se notan de verdad.

Según Bob Holycross, vicepresidente de sostenibilidad de Ford, la compañía ya ha reducido sus emisiones de gases de efecto invernadero un 49% desde 2017, mientras que las indirectas (alcance 3) han caído un 16%. Para 2026, todas las instalaciones de Michigan funcionarán con electricidad 100% libre de carbono. Con esas cifras, el progreso se percibe tangible, no cosmético.

Además, Ford redobla su apuesta por los modelos híbridos y eléctricos, pese a que muchas marcas —incluidas Volvo y Stellantis— han abandonado los planes de electrificación total para 2030. Una gama equilibrada suena a puente pragmático para clientes que avanzan hacia nuevas tecnologías de propulsión a ritmos distintos; en la práctica, esa gradualidad suele encajar mejor con la realidad del mercado.