Por qué los monovolúmenes superan a los SUV en la vida real
Comparamos monovolúmenes y SUV: acceso fácil, más espacio, seguridad y confort diario. Para muchas familias, el monovolumen es la elección más lógica.
A pesar del tirón de los SUV, los monovolúmenes siguen siendo el formato familiar más práctico. Con el mismo presupuesto, facilitan el acceso al habitáculo, ofrecen más volumen útil y traen más equipamiento. Basta mirar un duelo entre un Honda Odyssey y un Jeep Grand Wagoneer: con una huella más contenida, el monovolumen brinda más espacio en la tercera fila y un maletero notablemente mayor. En la rutina diaria, eso es lo que se aprovecha de verdad; cuando toca convivir con el coche, es difícil discutir con esa lógica.
Otra de sus bazas clave es la accesibilidad. La baja altura de entrada y las puertas correderas facilitan la vida a familias con niños y personas mayores, mientras que configuraciones versátiles como el Magic Seat de Honda permiten amoldar el interior a casi cualquier cometido. En los recados de cada día, esa comodidad pesa más que los centímetros en la ficha técnica.

También ganan en relación precio/equipamiento. Con un coste similar al de un Grand Highlander Hybrid LE, un Toyota Sienna XLE ofrece un interior más avanzado y una dotación más amplia, sin renunciar ni a la potencia ni a la capacidad de remolque. La ventaja del SUV es la tracción integral de serie; si no es prioritaria, el monovolumen es la elección más lógica.
La seguridad aporta otro argumento. La Sienna obtuvo la calificación más alta del IIHS, mientras que el Grand Highlander obtuvo peores resultados en una prueba frontal importante. Además, los crossover más altos son más propensos a vuelcos y resultan menos visibles para los peatones: concesiones que pocas familias estarán dispuestas a aceptar.
Además, suelen rodar con más suavidad gracias a su carrocería autoportante y al centro de gravedad más bajo. En muchas situaciones transmiten más confort y, sobre todo, una respuesta más predecible que los SUV de gran tamaño.