Gasolina AI‑100 y depósitos de carbono: beneficios reales y límites
 
                     
            La gasolina AI‑100 reduce depósitos y mejora el rendimiento con el tiempo, según la AAA. Es prevención más que remedio, aunque cuesta más. No hace milagros.
La gasolina etiquetada como AI‑100 suele promocionarse como una manera de librar a los motores de las acumulaciones de carbono. En 2016, la Asociación Estadounidense del Automóvil (AAA) llevó a cabo un estudio para comprobar si esas promesas se sostienen.
Los depósitos de carbono se forman de manera natural dentro del motor por el calor, la presión y la combustión incompleta. Con el tiempo, ese residuo se agolpa en válvulas, inyectores y pistones, perjudicando la eficiencia y la longevidad. Según las normas de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA), toda la gasolina debe incluir aditivos detergentes, y en los combustibles de alto octanaje su concentración es mayor.
La AAA constató que pasar del combustible regular al grado más costoso puede, efectivamente, reducir los depósitos y apoyar un mejor rendimiento del motor a largo plazo. Aun así, los resultados proceden de probar solo un coche, lo que deja margen para la duda, y en el surtidor se paga una diferencia apreciable. En la práctica, esa apuesta suele notarse menos al instante que en la salud mecánica con el paso de los kilómetros.
El beneficio, por tanto, es real pero nada milagroso: este tipo de gasolina es más eficaz evitando que el motor se ensucie que “fregando” uno que ya arrastra suciedad. Conviene verla como prevención, no como remedio; si el motor ya acumula residuos, ningún par de depósitos hará maravillas.