El clásico Volkswagen Escarabajo es una de las siluetas más reconocibles jamás puestas sobre ruedas, de ahí que los restomod basados en él no dejen de aparecer. Aun así, el Knepper 1303 RS-E de Knepper Bugs & More destaca por la habilidad con la que disimula su hardware moderno. A primera vista parece un Escarabajo de 1975 cuidadosamente preservado, pero bajo la piel se acerca mucho más al mundo de los eléctricos rápidos que a la era del motor bóxer refrigerado por aire.

Noticias de automoción / Knepper 1303 RS-E
Knepper Bugs & More

El coche donante nació en California. Apareció en 2016 y se envió a Alemania para una transformación desde cero. El motor original plano y refrigerado por aire hace tiempo que desapareció; en su lugar trabaja un propulsor eléctrico de un Tesla Model S Performance. La potencia se cifra en hasta 638 hp, aunque el equipo del proyecto apunta a unos 596 hp en esta unidad. La energía llega de una batería de 48 kWh hecha con módulos de Porsche Taycan, con una autonomía estimada de unos 250 km.

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Para que semejante potencia no convierta al coche en algo ingobernable, el chasis se revisó a fondo. Se tomó mucho del Porsche 944, incluidos los frenos Turbo S, los brazos de control de aluminio, las columnas regulables y barras estabilizadoras más robustas. La estética, sin embargo, se mantiene deliberadamente discreta: pintura Marathon Blue Metallic, aletas traseras de carbono sutilmente ensanchadas, un alerón del mismo material y unas llantas clásicas que esconden más de lo que aparentan. Esa contención se percibe intencionada y, sobre todo, efectiva; dice más por lo que calla que por lo que enseña.

En el interior continúa el diálogo entre lo clásico y lo moderno con asientos deportivos Recaro, un salpicadero renovado, instrumentos de estilo retro y una interfaz electrónica ordenada en lugar de la clásica palanca. El precio no se hace público: al fin y al cabo, se trata de un proyecto a medida. El taller propone además otras configuraciones, incluidas opciones de propulsión alternativas, lo que hace que el RS‑E se perciba menos como una rareza aislada y más como una plantilla bien pensada para electrificar iconos.