En los autos, el polvo vuelve al salpicadero incluso después de una limpieza minuciosa. En una entrevista con SPEEDME.RU, el experto Dmitry Novikov señaló a la electricidad estática como la principal responsable. Se acumula durante la limpieza —sobre todo al usar paños de microfibra— y la superficie cargada actúa como un imán, atrayendo las partículas suspendidas y apagando el acabado en poco tiempo. Quien haya visto cómo un frente impecable se enturbia al cabo de unos minutos reconocerá el patrón.

La solución, explicó, pasa por utilizar aerosoles o toallitas antiestáticas que dejen una capa protectora. Además de dificultar que el polvo se deposite, estas fórmulas ayudan a proteger los materiales del tablero frente a la sequedad y las grietas provocadas por el sol. En el día a día, un toque ligero de antiestático tras la limpieza suele controlar la carga y mantiene las superficies con mejor aspecto durante más tiempo. Tiene sentido y su lógica es clara.

El estado del filtro de habitáculo también juega un papel clave: con el tiempo se satura de polvo y deja pasar más contaminantes al interior. Debe revisarse y sustituirse cada 20–25 mil kilómetros, y con mayor frecuencia si el auto circula a menudo por caminos polvorientos.

Con estos pasos, el interior se mantiene más limpio y los acabados conservan mejor su aspecto, algo especialmente relevante en los modelos modernos, donde la calidad de los materiales influye directamente en el confort y la percepción del habitáculo. El resultado es una cabina que se siente más fresca y conserva su acabado en lugar de luchar constantemente contra una película de polvo.