BMW ha registrado la patente de un elemento de fijación poco habitual que podría complicar el servicio fuera de la red oficial. Se trata de tornillos cuya cabeza reproduce el emblema de la marca: un círculo dividido en cuatro cuartos. La documentación describe varias versiones, con accionamiento interno y cabezas planas o redondeadas. En algunos diseños, ciertos cuadrantes quedan rebajados mientras otros sobresalen, lo que endurece el agarre con una punta estándar.

La idea no tiene misterio: este herraje exige una herramienta específica que no suele estar en un maletín corriente. Si acaba llegando a los coches de producción, incluso un uso limitado bastaría para volver menos accesibles algunas tareas a los talleres independientes y a los propietarios acostumbrados a hacer el mantenimiento por su cuenta. La patente no precisa dónde se montarían estos tornillos; el abanico va desde el habitáculo y el vano motor hasta paneles exteriores.

La noticia ya ha generado fricción en la comunidad. Muchos la interpretan como un intento de estrechar el vínculo con los concesionarios y con utillaje propietario, algo que choca con el impulso creciente por la reparabilidad y con los debates sobre el derecho a reparar que reguladores de varios países han avivado en los últimos años. Otros apuntan que, en la práctica, el impacto podría ser menor: las puntas compatibles suelen aparecer con rapidez y quizá estos tornillos sigan siendo minoritarios.

La experiencia demuestra que las cabezas especiales rara vez frenan durante mucho tiempo a los técnicos decididos; con todo, el mensaje que encierra un movimiento así puede pesar más que el metal, insinuando un control más cerrado sobre quién puede empuñar la llave. Y no cuesta imaginar la incomodidad de descubrir que tu juego de puntas no sirve justo cuando necesitas aflojar un tornillo aparentemente trivial.