En Japón, el nuevo Honda Prelude se topó con una tormenta en redes sociales: publicaciones aseguraban que muchos clientes cancelaron pedidos tras las pruebas de manejo, decepcionados porque el coupé híbrido no ofrecía la pegada que esperaban. Una mirada más atenta, sin embargo, cuenta otra historia.

Un entusiasta local se puso en contacto con un concesionario para verificar los rumores. Desde la tienda señalaron que no habían recibido ni una sola cancelación de quienes probaron el coche y que, si acaso, muchos pidieron ser añadidos a una lista de espera para aprovechar cualquier hueco. Difícil casar eso con un arrepentimiento masivo.

Las cifras oficiales sostienen esa versión: los dos primeros lotes del Prelude se agotaron en la fase de preventa. En el primer mes llegaron más de 2.400 solicitudes, y las ventas se gestionaron mediante sorteo para desalentar la reventa. La mayoría de compradores son fieles de Honda de largo recorrido, incluidos antiguos propietarios de un Prelude, un NSX o un Civic Type R.

Según relatan los concesionarios, el empuje crítico en internet vino en gran parte de propietarios de otros deportivos —Toyota GR86, Mazda MX-5, Nissan Fairlady Z— que juzgaron demasiado contenida la configuración híbrida del Prelude. Portavoces de la compañía subrayan que el coche se concibió como un coupé deportivo centrado en el equilibrio y la comodidad, no como un rival de los Type R. Visto así, el rechazo parece más un desencuentro de expectativas que un problema de producto. Y, al final, en este tipo de coches la coherencia del conjunto pesa más que el golpe de efecto.