Cuando al frenar el volante empieza a temblar y el pedal vibra, muchos conductores dan por hecho que los discos están alabeados. Sin embargo, como explicó a Tarantas News el experto en automoción Dmitry Novikov, en la mayoría de los casos los discos no están doblados: el verdadero problema son los depósitos irregulares de material de las pastillas en su superficie.

Al abrazar el disco, las pastillas dejan una fina película de resinas y fibras. En frenadas fuertes, partes de esa capa se queman y crean microrrelieves. Con el tiempo se multiplican, y el conductor percibe una pulsación que fácilmente se confunde con un disco deformado.

Para devolver los frenos a su sitio, por lo general basta con repetir el asentamiento: hacer varias pasadas acelerando hasta 80 km/h y desacelerando hasta unos 15–20 km/h, sin llegar a detenerse por completo. Suele ser suficiente para uniformar la superficie del disco y eliminar la vibración.

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A. Krivonosov

También conviene no mantener pisado el pedal cuando las ruedas están calientes —por ejemplo, en un semáforo—. En ese momento las pastillas pueden pegarse al disco y dejar una huella. Otro detalle al que prestar atención: unos tornillos de rueda apretados de forma desigual cargan un lado y pueden realmente deformar un disco.

Si los defectos son demasiado profundos, los discos pueden rectificarse o sustituirse, pero solo si queda material suficiente, señaló Stepantsov. El espesor mínimo está indicado en el propio buje, y tras el mecanizado el disco debe quedar al menos 1,2 mm por encima del límite permitido.

Revisiones periódicas y una conducción suave alargan la vida del sistema de frenos y ayudan a evitar reparaciones costosas.